TEXTOS DRAMÁTICOS
El texto dramático
El texto dramático es un texto escrito, de
carácter literario, dispuesto para una representación en un escenario. Es un
elemento que forma parte de un proceso de comunicación, que se dirige a la
representación y a la lectura.
En el teatro, el acto comunicativo se
complica bastante; en principio existen tres emisores (autor, director,
actores) y la obra (parte del mensaje) se desdobla en dos textos: el texto
literario (dramático, pues contiene dramaticidad, un carácter que comparte con
la narración y con la lírica), y texto espectacular (teatral, pues representa
la teatralidad, exclusiva de él como texto dramático y de la representación).
También el receptor es complejo, porque se desdobla en lector (individual) y
espectador colectivo (público).
Una definición del texto dramático podría ser
ésta: un texto escrito en forma dialogada, preparado para una representación,
en un proceso de comunicación en el cual los elementos fundamentales se
desdoblan. En la representación, los personajes ficticios creados por el autor
y representados por los actores, entran en contacto directo con los receptores,
el público.
La condición del texto dramático está marcada
precisamente por el hecho de su finalidad, es decir, porque está destinado a su
representación. Los elementos no verbales están incluidos, propuestos o
sugeridos por el propio texto dramático (mímica, entonación, gestos, etc.). En
la representación, por otra parte, se confunden el tiempo de la acción
significada y el de la acción representada, con un uso específico del presente
y del estilo directo.
El texto dramático contiene, además,
acotaciones, que se relacionan con el diálogo e indican las condiciones de la
situación. Por tanto, es un texto muy diferenciado de otros textos literarios,
como la novela o el poema.
El texto dramático está formado sólo por
palabras escritas, pero parte de ellas se destinan a la realización oral
(diálogo) y otras (acotaciones) se transforman en signos no verbales que
aparecerán simultáneamente a los signos verbales. Sin embargo, en el propio
diálogo hay referencias continuas a las acciones, movimientos, gestos y
situaciones. Los diálogos se presentan en el escenario en su forma oral y en el
entorno que exigen según su significado: tono, timbre, entonación, gestos, etc.
El diálogo desarrolla la historia escenificada sin aludir directamente a la
situación inmediata, mientras que las acotaciones diseñan la escenografía e
informan acerca de movimientos, objetos escénicos, vestuario, etc. Se considera
que las acotaciones tienen un valor funcional para la puesta en escena y que
por lo general carecen de valor literario, valor que se reconoce al diálogo.
Pero en ocasiones las acotaciones se integran en la obra con valor estético o
literario, de modo que cumplen una doble función: la práctica o funcional para
la puesta en escena y la estética, dirigida al lector individual.
La representación es la realización en el
tiempo de unas posibilidades virtualmente contenidas en el texto dramático; por
realizarse en el tiempo, no queda fijada. Se confía a un grupo de diferentes
productores (técnicos y artistas), mientras que el director de escena coordina
a todos ellos y sus producciones y controla la unidad general. Cada elemento
carece de autonomía, pues forma parte de una unidad total previa desde la que
se organizan los diferentes textos aportados (luz, sonido, colores y formas,
etc.). El texto totalizador que presenta un director en una puesta en escena
concreta es el resultado de jerarquizar en una unidad coherente todos los
textos o signos parciales. El texto es un hecho estable, la representación es
un acto que realizan los actores en un tiempo y espacio determinados, y al
finalizar desaparece. Para aclaración de este concepto, vale el ejemplo de la
música; una partitura permanece estable, mientras que las interpretaciones
diferentes y puntuales son temporales y cambiantes. En este sentido, el texto
dramático puede considerarse una “partitura” dispuesta para su interpretación
puntual.
Tres características tienen el texto
dramático en su relación con la representación:
Precede a la representación, que se realiza a
partir del texto.
Permanece igual en su forma, mientras que la
puesta en escena o representación puede ir variando a lo largo del tiempo.
Persiste después de la representación sin que
ésta le haya influido en su forma.
La valoración teórica y práctica del texto
dramático respecto a sus relaciones con la representación ha tenido diferentes
consideraciones a lo largo de la historia literaria y teatral:
Se ha concebido y realizado la representación
como una simple traducción y forma de transmisión del texto. El texto se ha
considerado un mero pretexto para la creación de una obra del director de
escena.
La representación se ha visto como un mensaje
emitido en varios códigos y de múltiples niveles jerarquizados, que va más allá
del texto escrito.
Representación y texto se han considerado
unidades autónomas por completo.
A lo largo de la historia y hasta muy
recientemente, el texto escrito ha tenido supremacía en las creaciones y en la
historia teatral, pues la representación se veía como algo eventual, lo que
hacía olvidar sus valores en beneficio de la palabra escrita. Actualmente, en
posiciones al otro extremo, se da prevalencia a la representación. Sin embargo,
hay que considerar que la teatralidad no se limita a la puesta en escena, sino
que pertenece también al llamado “texto espectacular”, que es paralelo al texto
literario o dramático. La teatralidad nace de todo el conjunto.
No se concibe el teatro sin palabra interior
o exterior; no hay representación sin texto, pues entonces se trataría de otro
tipo de espectáculo, pero tampoco se concibe un texto dramático, real o
virtual, que no se disponga a la representación, pues entonces se trataría de
otro género literario.
Basado en “Semiología de la obra dramática”
de Mª del Carmen Bobes.